El género epistolar ha puesto en escena históricamente la riqueza del diálogo.Si alguna vez convocó, en tanto género literario, el cuidado de las palabras, la caligrafía exquisita, las largas páginas de reflexiones y confesiones, hoy se ha transformado en un intercambio vertiginoso, en breves mensajes que llegan inmediatamente al destinatario al apretar send. A pesar de esto, o gracias a esto, la correspondencia vuelve a estar presente en nuestra vida cotidiana. Marcelo Brodsky y Pablo Ortiz Monasterio se propusieron jugar con el diálogo y la correspondencia a partir de las imágenes. Así fueron creando una conversación visual que tiene algo de familiar y de inquietante a la vez (al estilo del Unheimlich freudiano), de perturbador y lúdico, de provocador y divertido. Esta suerte de dominó jugado a la distancia, que parece combinar el azar presente en los ready made con la densidad de la memoria fotográfica, le da un nuevo significado al instante. Instante de apretar el disparador de la cámara. Instante de decidir enviar la fotografía. Pero, sobre todo, instante de articular de manera doble una chispa poética, un reflejo irónico.