En 1929, Blaise Cendrars, la gran figura del cubismo literario, escribió el prefacio de la plaquette publicada con ocasión de la exposición El libro para niños en la URSS, organizada en las Ediciones Bonaparte, en París, que podría calificarse de 'manifiesto' a favor del libro infantil. En el texto, Cendrars, autor de Pequeños cuentos negros para los hijos de los blancos, analizó la dificultad que suponía para un creador conseguir un libro para niños, 'pues es el cerebro del niño el que trabaja'. Y los álbumes destinados a los niños rusos, ¿no eran justamente el ejemplo patente de hacerse cargo de esta complejidad por parte de los escritores y dibujantes, que pusieron su arte al servicio de la infancia? El niño, 'promesa de futuro para la Revolución', se convirtió en objeto de atención prioritaria en la URSS.Bajo la dirección del escritor Samuil Marshak y del pintor Vladimir Lebedev, las ediciones para niños de Leningrado se convirtieron en un laboratorio, donde los artistas experimentaron y plantearon nuevos conceptos. En torno a Lebedev se situaron artistas que habían optado abiertamente por las fórmulas de vanguardia. Y Marshak reunió a los escritores y poetas más modernos y creativos de la época. Aunque en Moscú las publicaciones no estuvieron tan organizadas, en general, se puede decir que, los numerosos artistas y escritores que incidieron en los trabajos para niños, coincidieron en buscar lenguajes nuevos para un libro nuevo.