El cuaderno está compuesto por dibujos a tinta y acuarela comentados con brevedad y humor inteligente porsu propio autor. Encontramos en ellos lugares domésticos y espacios públicos de la ciudad de Cuenca ytambién a algunos de los compañeros de la aventura artís tica e intelectual de Zóbel. Hay apuntes de estanciasparticulares y de objetos cotidianos, así como de usos y costumbres de la Ciudad Alta,la Cuenca histórica yemblemática, pero tam bién de la Ciudad Baja, la Cuenca capital de una provincia castellana de finales de losaños sesenta. Zóbel dibuja con pulcritud monumentos cargados de historia como la Catedral, el Ayuntamiento, el Puente de San Pablo o las propias Casas Colgadas; sitios de reunión popular como la Plaza Mayor o elParque de San Julián; celebraciones singulares, como la Semana Santa; restaurantes y platos típicos u objetos deartesanía. Y no falta el espectacular paisaje conquense, la peculiar orografía de una ciudad flanqueada por dosríos. Pocos de talles de la Cuenca de entonces escaparon a la mirada atenta y curiosa de Fernando Zóbel.El texto y los dibujos de Zóbel siguen teniendo, cincuenta años después de su primera publicación en inglés, elmismo encanto de entonces. Ofrecen un retrato amable y bien humorado de una ciudad de la que, entretanto,el museo fundado por él e instalado en sus célebres Casas Colgadas se ha convertido en emblema. Cuenca, másconocida como destino turístico y mejor comunicada hoy que entonces, cuenta ya con otros museos, fun daciones, instituciones educativas y centros de arte, propiciados en buena medida por el camino abierto en1966 por el museo en una ciudad que la Unesco declaró Patrimonio de la Humanidad en 1996. Cuenca.Cuaderno de dibujos de una ciudad española en la colina es, pues, además de "un archivo de mienamoramiento" (Zóbel), una semblanza literaria y artística de una ciudad que, con el paso de lo